Esta expresión no alude a ninguna guerra, sino a la agresión cometida en Tasmania a comienzos del siglo XIX, por los invasores británicos, en agravio de la población aborigen, para adueñarse de su territorio. Este genocidio fue promovido y recompensado económicamente, por el gobierno británico.
El Imperio Británico consiguió llevar a término algo que Hitler no pudo: exterminar una etnia por completo. En este caso, el pueblo aborígen tasmano.
Toda la colonización británica en sus tierras fue una verdadera masacre. Los británicos los desalojaban de sus tierras, los asesinaban, los torturaban, los violaban, y los esclavizaban. A las mujeres las dejaban marchar con las cabezas de sus esposos atadas alrededor del cuello. Los hombres que no morían de esa manera eran castrados, los niños morían golpeados y apaleados, incluso, los llegaron a cazar como animales.
Antes de la colonización británica existían comunidades de 15.000 personas de esta etnia. Tras la campaña genocida efectuada por los británicos, no quedó ni uno, falleciendo como último sobreviviente nativo de este exterminio, una mujer llamada 'Truganini' o 'Trugernanner', quien murió en 1876. Donde el genocidio, se da por concluido.
El gobierno inglés, jamás pidió perdón por este genocidio. En cuanto a los invasores ingleses: no solamente nunca fueron castigados por sus crímenes, sino que se establecieron, hasta hoy, como dueños absolutos del territorio usurpado a sus víctimas. La Organización de las Naciones Unidas, se muestra indiferente ante este bandidaje histórico.
En la mayoría de conquistas y dictaduras se ha buscado acabar con los orígenes del país para así poder hacer una colonización completa basada en sus normas e ideas, en pocas palabras ningún país está exento de haber cometido genocidio o de haberlo intentado.