Manuel Saturio Valencia es considerado como el afrocolombiano más importante en la historia de la nación, de finales del siglo XIX y principios del XX. Fue el primer hombre negro que ocupó altos cargos en la sociedad colonial racista de Quibdó, además de ser considerado como el primer literato negro del Chocó. Por la misma opresión racial, sus obras quedaron inéditas.
El 7 de mayo se cumplen 113 años del fusilamiento del “poeta” Manuel Saturio Valencia Mena, la importancia de este pintoresco personaje, radica en el hecho que por ser el último colombiano condenado a la pena de muerte lo han convertido en icono y mártir de la lucha racial en contra de la opresión “blanca” en Colombia.
Su fusilamiento fue un acontecimiento político en el cual el acusado aceptó su culpabilidad. Sin embargo, por conveniencias políticas e ideológicas se le ha dado una connotación racial hasta convertirlo en un mártir de la lucha racial en Colombia.
De hecho, Saturio es uno de los personajes de la comunidad negra que ha alcanzado una singular figuración en la historia política colombiana y, es un asunto que obedece en gran medida a una serie de mitos políticos y raciales que se han estructurado de manera superficial alrededor de su personalidad. Una simbología edificada a partir de especulaciones históricas y literarias, que en estudios rigurosos hablan sobre la verdadera dimensión política e intelectual de Valencia.
A raíz de esta efeméride y de la conmemoración del mes y día de la afrocolombianidad es importante revaluar algunos conceptos y exponer otros enfoques sobre su vida y obra.
Manuel Saturio es uno de esos personajes del que en la historia de la humanidad por provecho político han creado fábulas que lo han elevado a la categoría de ser sobrenatural. De manera que, si se profundiza en un estudio serio y, desde luego, sin sesgos racialistas sobre su vida y su obra, se develan muchas facetas poco convincentes que sus biógrafos han inventado para glorificarlos.
Poeta, pedagogo y dirigente popular chocoano, Manuel Saturio Valencia Mena, fue el último hombre oficialmente sentenciado a la pena de muerte en Colombia. Fue el último fusilado, el 7 de mayo de 1907, cuando ya se había suprimido la pena de muerte, (pero estratégicamente el decreto de indulto no se dio a conocer hasta después de fusilarlo).
Nace el 24 de diciembre de 1867, hijo único de Manuel Saturio Valencia, carpintero artesanal y de Tránsito Mena, empleada del servicio doméstico. Cuando niño, cantó en el coro parroquial, y aprendió pronto el latín y el francés que le enseñaron los padres capuchinos.
Con su ayuda, Manuel Saturio se convirtió en cantor del coro de la iglesia catedral y en ejecutor de algunos instrumentos musicales como: el acordeón y la organela entre otros. También aprende a tocar guitarra. Su voz en el coro era escuchada con deleite por todos los asistentes a las misas y aún por las personas blancas que vivían en el entorno de la catedral.
En el crecimiento intelectual de Manuel Saturio sus mentores espirituales lo indujeron a las lecturas de clásicos de la literatura y la filosofía occidental.
Para aquella época, Manuel Saturio se convierte en el escribano de la parroquia, es el encargado de asentar los nacimientos, los matrimonios, y los decesos, etc. Que en aquel entonces se llevaban a mano. Estos oficios le permitían tener acceso a información clasificada.
Fue un estudiante destacado, poseía una capacidad intelectual poco común en los niños de la comarca, tanto así que los mismos clérigos se encargaron luego de sus estudios superiores y lo envían a estudiar leyes a Popayán en donde tiene íntima amistad con la familia Navia, heredera de feudos y de una gran influencia social. Fue así el primer hombre negro admitido en la Universidad del Cauca, en su Escuela de Leyes.
Se alineó con el conservatismo, un partido minoritario en la región. Vino la guerra de los Mil Días, y alcanzó el grado de capitán en las tropas gobiernistas.
Por intermedio de la la familia Navia consigue ser nombrado Personero de Quibdó, lo cual llena de asombro y envidia a los blancos dominantes. Su llegada a Quibdó despertó alborozo en unos y repudio en otros, ya que consideraban una humillación que un negro fuera nombrado en tan altísimo cargo de la sociedad chocoana.
Trajo el joven Saturio una carta de los Navia en donde se recomendaba al Dr. Emiliano Vernaza, Prefecto Del Chocó, el nombramiento de Personero de la ciudad. Fue su primer cargo público y Saturio fue el primer hombre negro en ocuparlo. Para la época Saturio tenía 21 años de edad.
La duración de Saturio en la Personería no fue de mucho tiempo pero demostró ecuanimidad en el ejercicio de sus funciones, por lo cual el Prefecto Vernaza recomendó a Popayán que el joven funcionario fuese nombrado como Juez de Rentas, ya que el aspecto fiscal de la Intendencia estaba desordenado, pues los ricos no pagaban los impuestos, protegidos por las mismas autoridades.
Mientras Saturio se desempeñó como Juez Penal del Circuito, buscó encarcelar a todos los jueces blancos que le habían antecedido, quienes tenían un sumario por prevaricato.
Manuel Saturio Valencia Mena, nutrido de lecturas políticas y románticas, las cuales eran sustentadas en su formación artística, y en los valores éticos y morales que su progenitor le inculcó, empieza su discurrir político. El poder social, económico, político y administrativo estaba concentrado en las manos de los blancos que pertenecían al partido Liberal. Manuel Saturio, apoyado por las ideas cristianas y evangelizadoras opta por pertenecer al Partido Conservador, aun cuando en la base de su formación social estaban las ideas de Emilio Zolá y su fortaleza en las ideas libertarias de Bolívar y Nariño.
El 18 de octubre de 1899 estalla la que se llamó La Guerra de los Mil días, una confrontación civil violenta que enfrentó a los partidos Conservador y Liberal. Los Conservadores fueron perseguidos y Saturio se refugió en las montañas de Tutunendo. En Quibdó hubo muchas tropelías y crímenes macabros; mujeres violadas y apresadas, mientras Saturio desde sus guaridas libraba las batallas que le merecieron gran reconocimiento al punto de ser designado Capitán del Ejército Conservador. Sus batallas más significativas fueron las de Tutunendo, Capotero y Bellavista, esta ya al finalizar la Guerra. No podríamos decir que hubo vencidos ni vencedores, pues la separación de Panamá obligó a que los jefes de ambas facciones lograran un armisticio.
Al terminar la guerra, en la Semana Mayor (1903), llega Saturio a Quibdó acompañado de sus copartidarios y son objeto de una gran recepción. Todos querían saber las hazañas del héroe.
Mientras se desarrollaba la guerra fue encargado del Juzgado de Rentas don Delio Mejía y al regresar Saturio fue restituido en el cargo, cuando Saturio pidió las cuentas claras Delio, quien se asumía como amigo de Saturio, quiso envolatar las mismas por lo cual fue sentenciado por peculado. En 1905, Manuel Saturio Valencia Mena, fue designado Juez Penal del Circuito de Quibdó, venciendo una fuerte oposición de los blancos que querían imponer a Gregorio Ananías Sánchez y que conjuraban con mentiras en contra del joven Juez. Aquí también el Dr. Evaristo Navia, viejo conocido de Saturio, debió acudir a sus influencias para desmontar las argucias racistas de la época.
Al posesionarse del cargo de Juez Penal del Circuito de Quibdó, lo primero que hizo fue desempolvar los montones de expedientes acumulados en grandes períodos de impunidad. Siendo Juez también fue nombrado profesor de canto de las escuelas públicas que se habían abierto en Quibdó. En este ejercicio se percató de la discriminación racial que querían imponer los padres de los niños blancos contra los negros a los cual Manuel Saturio se opuso con energía y decisión, buscando que los gastos de uniformes y medias nueves, fueran subvencionados por el erario oficial. Su actividad protectora de los derechos de la sociedad se vio reforzada con la presencia de Saturio en las Instituciones, visitaba con regularidad la cárcel para proteger a los reclusos, de las arbitrariedades incluso de los mismos negros que creyéndose superiores, atropellaban a sus semejantes.
Tuvo que enfrentarse a los blancos políticos, escritores y literatos y a notables de la época en el Chocó. Estas controversias eran en los balcones, en tertulias públicas a manera de cabildos abiertos.
Saturio hablaba de la explotación humana y de los recursos que se llevaban los blancos, incitando a la muchedumbre a no dejarse explotar por esa minoría tirana.
Muchos negros aleccionados por sus amos asistían a las reuniones de Manuel Saturio y luego iban a contarles a los blancos sobre el contenido de las mismas, muchas veces tergiversando las palabras y frases de la reunión. Aquí se ganó de parte de los blancos, la consigna de acabar con él.
Desde niño, una niña vecina a la casa de sus padres, perteneciente a su misma condición social y étnica era preferida por Saturio, se trataba de Arcadia Blandón Salamandra, hija de don Francisco y doña Catalina. Por otro lado había una atracción mutua entre Saturio y la joven blanca Deyanira Castro Baldrich, hija de Rubén Castro, un importante líder liberal y Felicidad Balcrich. Una familia pudiente e influyente de la blancocracia.
Con el tiempo Saturio se veía con Deyanira pese a las grandes distancias raciales, el acoso de la familia y de la sociedad en su conjunto. Jamás le comunicó a su madre sobre sus predilecciones sentimentales.
Decidido Saturio, de una manera muy hermética pide a Arcadia desposarse con él. La noticia cunde en el pueblo y Deyanira se entera, llegando a enfermarse gravemente. Deyanira impulsada por sus sentimientos, con la complicidad de su criada, acude a la casa de Saturio y se le entrega en el lecho. La joven salió embarazada de aquella aventura.
Cuando la información llegó a oídos de Rodolfo Castro Baldrich, la hecatombe fue monumental. La venganza de la familia ofendida no tuvo que esperar mucho, en la madrugada del primero de mayo de 1907 se dieron las circunstancias para el desquite. El plan que habían urdido era sencillo. Había que embriagar a Manuel Saturio y quitarle algunas prendas que lo inculparan luego en un incendio que ellos mismos provocarían. Fue así como se quemaron un par de casas de techo pajizo, en la famosa Carrera Primera.
El día miércoles 1 de mayo de 1907, entre la 1 y las 2 de la madrugada, los soldados llegaron a la casa de Tránsito Mena y en medio del insulto y los atropellos capturaron a Manuel Saturio.
El Juez esperaba a las dos de la mañana la presencia del reo y al tenerlo en su presencia esposado, lo hizo meter en el calabozo, para empezar las diligencias a las 6 de la mañana del mismo día.
En el mismo acto quedó Saturio implicado como el único autor del delito de incendio. Los negros en su ignorancia declararon que al filo de la media noche del 1 de mayo, habían oído unos gritos y reconocido la voz de Manuel Saturio. La indagatoria se inició sin el lleno de los requisitos legales como era el de asistencia jurídica por parte de un abogado. Como Saturio negara todos los hechos, el Juez hizo que el gendarme Amador Caicedo, le arrancara la confesión del acto irreal de incendio. Fue colgado de los pies, con la cabeza hacia abajo y a través de la tortura le fue arrancado el testimonio. El Juez le notificó que estaba incurso en “incendio premeditado” que era infracción castigada en el art.29 de la Constitución y que por tal motivo no era competente para juzgar este delito, máxime cuando también se tipificaba el delito de Anarquía, y que la provincia del Chocó estaba bajo la legislación especial del Estado de Sitio. Al oír esto Manuel Saturio, lo increpó solicitándole el decreto por el cual se declaraba turbado el orden público, a lo cual el funcionario no pudo responder, solo se dedicó a notificarle la decisión de pasar el expediente al General Palacios Medina, que por competencia del famoso decreto quedaba investido de poder civil y militar. El Juez arguyó que los incendios de Istmina y Tadó, así como los conatos de incendio en Quibdó, eran consecuencia de la supuesta piromanía del reo.
A las 3 de la tarde del 7 de mayo salieron de la Capilla y se dio el primer pregón: Artículo 51 del código penal. Manuel Saturio Valencia Mena, natural y vecino de Quibdó, y reo del delito de incendio, ha sido condenado a la pena de muerte que va a ejecutarse. Si alguno levanta la voz, pidiendo gracia o de cualquier otra manera ilegal tratare de impedirlo será castigado conforme la ley.
El desfile era imponente, Saturio iba a la cabeza de la escolta y detrás de él los miembros del Consejo Verbal de Guerra. Como el delito era incendio, el reo iba descalzo y atado con las manos a la espalda, como lo mandaba el código penal.
Se fueron sucediendo las estaciones y en la cuarta doña Tránsito se lanzó a los pies del intendente pidiéndole la gracia de despedirse de su hijo amado, la cual fue concedida. En la quinta estación unos foráneos invitaron al pueblo a levantarse contra la infamia, sin obtener respuesta de los nativos. En la sexta don Félix Meluk ofreció toda su fortuna para obtener el perdón de Saturio. La negativa fue su respuesta y ofreció una sábana blanca para embalsamar el cuerpo se Saturio. Así se fueron sucediendo hechos dolorosos y sensibles ante la inminencia del fusilamiento
Saturio valerosamente se encaminó al patíbulo y no permitió que lo vendaran, pues quería enfrentar a sus verdugos. Saturio llamó al comandante de la plaza y le preguntó:
¿Esto que va a hacerse conmigo es para escarmiento de la humanidad? —Si señor— a lo cual Saturio repuso: —Entonces, CÚMPLASE LA SENTENCIA—.
A las cuatro de la tarde los gendarmes alinearon, levantaron sus rifles, sonaron los tambores, suenan las cornetas y se oye la descarga. El Médico Fausto Domínguez examina el cuerpo de Saturio y lo encuentra aún con vida. A las 4 y diez minutos se ordena una segunda descarga que ciega por completo la vida del mártir. Dos hombres negros desatan el cadáver y lo depositan en la caja rústica que había separado. No se sabe quién dio la orden de llevar el féretro a la casa de Tránsito Mena, su madre, ella al verlo se desmayó. Los vecinos se enfurecieron pero fueron rápidamente controlados por los soldados. La anciana Juana García Correa en su testimonio final, nos dice: “Y vi con mis propios ojos cuando al pié del árbol Palosanto, donde fue fusilado cavaron la sepultura y lo enterraron allí, entre las 6 y 7 p.m. del martes 7 de mayo de 1907”. (Mi Cristo Negro, Pág. 450).
Manuel Saturio Valencia Mena, fue el primer negro que trataba de concientizar y organizar su pueblo, su ejemplo acrisolado, sus estudios, su prédicas por la igualdad, su desempeño en las ramas del poder público, sus reuniones con sus congéneres de raza, sus discursos en las tribunas públicas, hacían de él un líder político. Irremediablemente Saturio era un líder político, sin embargo, la Constitución de 1853 había prohibido la pena de muerte por delitos políticos, así como la de 1886, que era la vigente.
En estos 113 años se han escrito cuatro novelas y centenares de ensayos que exaltan su vida: La Palizada, Miguel A. Caicedo (1952), Memorias del Odio, Rogerio Velásquez (1953). Mi Cristo Negro, María Teresa Martínez (1983) y El fusilamiento del diablo, Manuel Zapata Olivella (1986). Ensayos entre los cuales sobresalen: “Manuel Saturio Valencia: El hombre”, Miguel A. Caicedo (1992), “Héroes y políticos: Quibdó desde 1900”, Peter Wade (1997), “Violencia y Resistencia: una perspectiva de la literatura afrocolombiana”, Marvín A. Lewis (1987), “A cien años del fusilamiento de Manuel Saturio”, César E. Rivas Lara (2007) y “La reconstrucción histórica y jurídica del proceso seguido a Manuel Saturio Valencia”, Gustavo Arley Córdoba (2008), entre otros.
Cada autor ha idealizado a Saturio y ha hecho de él una interpretación de acuerdo con sus propias convicciones políticas e ideológicas, por lo tanto, es utilizado como pretexto para criticar los vejámenes de las clases dominantes contra la población negra, en relación con la esclavitud, la discriminación racial, las desigualdades políticas, económicas; y la injusticia social, igualmente, para exteriorizar y exaltar la lucha y la resistencia del hombre negro contra la opresión “blanca y mestiza” en América.
Las dos primeras obras son las versiones más “realistas” y terrenales de la vida de Valencia, las otras dos lo sitúan como un héroe mitológico. En opinión del escritor Alfonso Carvajal, en las cuatro existe “más ficción que realidad y más pasión que acervo documental”. Sin embargo, de todas sobresale El Fusilamiento del diablo de Manuel Zapata Olivella por su extraordinario valor narrativo.
En todas se evidencia una visión exagerada de la discriminación racial en la sociedad chocoana, en virtud de que, se saca de contexto, que Valencia se educó y emergió como figura pública bajo la tutela de los Capuchinos, de algunos dirigentes políticos conservadores “blancos y mulatos”, de empresarios sirio libaneses como los hermanos Meluk y, sobre todo, las relaciones políticas que mantuvo con determinados sectores de la élite “blanca y mulata” de la ciudad.
Miniserie de televisión, "Saturio, el último fusilado", que recrea la vida de Manuel Saturio Valencia.
Por la carencia de rigor en las investigaciones sobre la vida de Manuel Saturio y por una serie de sesgo ideológicos con tintes racialistas es lo que ha permitido idealizar toda una falacia para erigirlo como un mártir de la lucha racial y de las reivindicaciones de las “minorías” étnicas en Colombia.
Indudablemente que en aquella época había una pavorosa discriminación racial en una sociedad dominada por la división de clases sociales pero ha habido exageración, y por esa misma razón en la mayoría de los textos escritos sobre Valencia se evidencia un profundo desconocimiento de sus autores sobre diversos aspectos políticos, económicos, sociales y culturales que fueron determinantes en la evolución de la sociedad chocoana en el período que nació y murió Valencia.
Por razones ideológicas se oculta que para la época ya había en la ciudad y, por ende, en la región una élite negra que había acumulado fortuna con la esclavización de sus semejantes y la minería, como lo explica Pete Wade en su obra “Gente negra, nación mestiza” cuando afirma que en la época existió una élite negra “la cual había adoptado un estilo de vida similar a la élite blanca que tanto se critica”. Es decir, “ni todos los blancos eran ricos ni todos los negros eran pobres”.
Carencia de fuentes documentales lo han mitificado como un defensor de las demandas sociales de los negros, cuando en el fondo ese no fue su ideario político, contrario a ello, durante su vida se destacó como un defensor de los principios políticos del partido conservador.
El novelista Arnoldo Palacio Mosquera, en el prólogo del libro “A cien años del fusilamiento de Manuel Saturio” de César Rivas, escribió que la biografía “es difusa y que Saturio” no se destacó como un auténtico caudillo, sino como un representante de las fuerzas oscurantistas en una vasta región ganada por las ideales liberales, que había producido notables paladines y humanistas como César Conto, cuyas obras engrosan el tesoro de las letras colombianas” y remató afirmando que “desgraciadamente no se inspiró en las corrientes científicas”.
De suerte que hace falta un examen más sensato sobre sus ejecuciones y una valoración de su obra poética que aún nadie conoce porque no se han encontrado registros documentales para situarlo en la justa medida de sus méritos. Un hombre que como militante del Partido Conservador participó activamente en los conflictos políticos y militares, en una región que estuvo gran parte bajo el dominio político de los liberales radicales caucanos. En nombre de ese partido y en gobiernos regidos por ese partido, ocupó los cargos de Juez de Rentas y Ejecuciones Fiscales, Juez Penal del Circuito, Personero Municipal y participó en la Guerra de los Mil Días.
Entonces, para comprender los antecedentes y las causas de su fusilamiento hay que profundizar en su actividad política, de conformidad con las luchas partidistas que había por el control del poder en la región. Más aún, dentro del contexto de las secuelas que dejó la guerra porque el fin de la misma no significó el cese de los odios y las intrigas entre los miembros de los partidos. Además, de su papel como secretario del Teniente político de su partido y las providencias que se habían expedido contra la embriaguez habitual. Elementos fundamentales para discernir sobre las razones de su ejecución y no seguir acomodando los hechos para hacer ver este suceso como una conspiración racial de una minoría "blanca" que ostentaba el poder económico y político contra la población negra oprimida. Fue precisamente, por ese enrarecido panorama político y por su adicción a las bebidas alcohólicas que en una embriaguez intentó sofocar un incendio, hecho que sus contradictores políticos aprovecharon para acusarlo de incendiario y llevarlo al patíbulo.
La Constitución Nacional de 1886, en su artículo 29, era explícita al castigar con pena de muerte a los incendiarios. No importaba que, como en este caso, el incendio no alcanzara mayores proporciones. El juicio fue breve. Solo seis días transcurrieron entre los hechos y la ejecución de la condena, todo un registro de celeridad en la aplicación de la justicia en Colombia.
El fusilamiento de Valencia más que un hecho con connotaciones raciales fue esencialmente un crimen político, cuyo trasfondo fue la lucha política entre sectores liberales y conservadores por el control del poder en el Chocó. Una evidencia que no fue por razones raciales, demostrado en las actuaciones de un grupo de damas de la élite “blanca y mulata” que solicitaron la intervención del Clero para que evitara la ejecución. En conclusión, se necesita más realismo que ficción en la historia de la vida y obra de Valencia.
Referencias
Caicedo, Miguel Antonio (2002). Manuel Saturio (El hombre), Editorial Gráficas “Doña Digna”, Chocó, Quibdó. 82 páginas.
Ferrer G. Vicente (1944). Fusilamiento de Manuel Saturio Valencia en Quibdó, Editorial. Bolívar, Cartagena, 23 páginas.
González E. Luis Fernando (2003). Quibdó: Contexto Histórico, Desarrollo Urbano y Patrimonio Arquitectónico. Editorial Centro de Publicaciones Universidad Nacional de Colombia, Instituto de Investigaciones Ambientales del Pacífico, Medellín, 362 páginas.
Revista de Estudios Sociales. Recordando a Saturio. Memorias del racismo en el Chocó (Colombia).